En la misa de la Jornada Mundial de los Pobres, Francisco, junto a los pobres en la Basílica Vaticana, formuló una clara advertencia para no dejarnos engañar por “los profetas de desventuras” y, por el contrario, “romper esa sordera interior que nos impide escuchar el grito sofocado de dolor de los más débiles”.
Para lograrlo, el Papa invitó en la homilía de la eucaristía que presidió la mañana del domingo 13 de noviembre de 2022, en la basílica de San Pedro a “saber discernir el tiempo en que vivimos, para seguir siendo discípulos del Evangelio incluso en medio a las dificultades de la historia”.
“Hermanos y hermanas, esta Jornada Mundial de los Pobres la Palabra de Jesús es una fuerte advertencia para romper esa sordera interior que nos impide escuchar el grito sofocado de dolor de los más débiles”, exclama el Papa Francisco al recordar que vivimos en sociedades heridas y asistimos, a escenarios de violencia, injusticia y persecución, asistimos a una guerra cruel y despiadada como la de Ucrania “que provoca la muerte de tantos inocentes y multiplica el veneno del odio”. Presenciamos, a decir del Pontífice, la crisis del cambio climático, los miles de personas que emigran en busca de esperanza y muchas otras que viven en precariedad por la falta de empleo, en condiciones injustas e indignas.
Somos el Templo de Dios
El Papa señaló que “cada crisis es una posibilidad y ofrece oportunidades de crecimiento”, señaló, por lo que lanzó una invitación: “Amados por Él, decidámonos a amar a los hijos más descartados, cuidemos de los pobres, en quienes está Jesús, que se hizo pobre por nosotros. Sintámonos comprometidos para que no se pierda ni un cabello de sus cabezas. No podemos quedarnos, como aquellos de los que habla el Evangelio, admirando las hermosas piedras del templo, sin reconocer el verdadero templo de Dios, que es el ser humano, especialmente el pobre, en cuyo rostro, en cuya historia, en cuyas heridas está Jesús. Él lo dijo. Nunca lo olvidemos”.
“Y también hoy los pobres son las víctimas más penalizadas de cada crisis. Pero, si nuestro corazón permanece adormecido e insensible, no logramos escuchar su débil grito de dolor, llorar con ellos y por ellos, ver cuánta soledad y angustia se esconden también en los rincones más olvidados de nuestras ciudades”.
Hacia el final de la homilía, Francisco dijo que, tomando como base «esa vieja tradición que todavía se hace en algunos sitios de dejar un puesto vacío en la cena de Navidad», preguntó alzando la mirada: «¿Dejamos un puesto libre en nuestro corazón para los pobres?«.
Fuentes Vatican News y Religión Digital.