En este artículo nuestro hermano, nos invita a hacer un recorrido contemplativo de la vida de María: como mujer creyente y modelo de discípula, para que nos ayude a renovar nuestra fe, nos permita acoger la vida y hacerla crecer en nosotros para la vida de nuestros hermanos; nos permita vencer los lazos que nos impiden ofrecer de verdad nuestra vida por la vida del mundo
María: acoger la vida, para dar vida, dando la propia vida Juan 2,1-5
Hagamos un recorrido contemplativo de la vida de María, mujer del Sábado Santo:
• María de la Anunciación (Lucas 1,26-38), llamada por Dios para una misión, que ella estima la supera en sus posibilidades, y que no entiende a cabalidad. Pero se confía en su Señor y es capaz de pronunciar una palabra que cambia la historia. «He aquí la esclava del Señor». Es la que escucha y acoge la palabra; palabra que la hace fecunda, y da a luz la Palabra. Es la que acoge la Vida y da a luz al Señor de la Vida. María del silencio y de la palabra.
• María de la Visitación (Lucas 1,39-45); la elegida se pone rápidamente al servicio humilde de su prima Isabel; la que en algún sentido se siente «inferior» a María: «¿Cómo así viene a visitarme la madre de mi Señor?» María se pone al servicio, porque ha creído en la promesa de Dios: «¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte de Dios!». La que ha recibido la Vida en su seno, se pone al servicio de la vida de los otros.
• María del Magníficat (Lucas 1,46-56): la mujer creyente capaz de reconocer la obra de Dios y de alabarlo por ella. La obra del que «ha puesto los ojos en la pequeñez de su esclava»; de aquel Dios que cuida de los pobres y desvalidos; del Dios que llama a los pequeños y frágiles para confiarles una gran misión… Del Dios que reivindica la condición de los agobiados y desamparados.
• María presentando al niño en el Templo (Lucas 2,33-35), recibe muchas profecías sobre el niño, pero también una sobre ella misma: «¡A ti misma una espada te atravesará el alma!» Está llamada a acompañar a Jesús en la misión que lo conducirá a la cruz. De algún modo, ella deberá ir entregando su vida junto con Jesús; de ese modo oculto, discreto, cotidiano que es tan propio de las mujeres.
– María buscando al niño perdido en el Templo (Lucas 2,41-52): el niño, ya adolescente, 12 años, comienza su misión, dando un primer destello de la misma. Y allí inicia el camino de la cruz para María. Pero «su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón». María se empeña en rumiar la obra de Dios; no para «comprenderla», sino para ir encontrando el modo de entrar en ella de modo más activo y disponible.
• María en las Bodas de Caná (Juan 2,1-12): la madre que acompaña a su Hijo en los albores de su misión. Es la que le urge a adelantar su Hora. Porque es madre del Hijo, y a la vez la madre de todos, la mujer atenta a los necesitados, a las humillaciones de cada uno, a los sufrimientos de todos (el evangelista Juan usa la expresión «mujer» aquí y en el episodio al pie de la cruz (Juan 19,26); ambos episodios tienen que ver con la maternidad de María). María es la Nueva Eva, la madre de todos los vivientes; y porque es madre enseña el camino de la Vida: «Hagan lo que Él les diga».
• María, junto a otros familiares, van a buscar a Jesús, porque estiman que este «se encuentra fuera de sí», ya que no tiene tiempo ni para comer (Marcos 3,20-21.31-35; y paralelos). Es la madre siempre atenta al camino de su Hijo, pero de un Hijo que la supera; que la desconcierta; que actúa de un modo que ella no alcanza a conocer a cabalidad. María es madre de los que buscan entender los caminos de Dios, que con frecuencia experimentan el desconcierto frente a la acción de Dios.
• María al pie de la cruz (Juan 19,25-27): María acompaña a su Hijo hasta el fin, con una espada que está atravesando su corazón; Stabat Mater dolorosa, iuxta crucem lacrimosa… Pero precisamente allí, en vez de encerrarse en su dolor, es donde se renueva y despliega en plenitud su maternidad: «Mujer, ahí tienes a tu hijo» … «Ahí tienes a tu madre».
• María la mujer del Sábado Santo, que mantiene la fe en medio de la oscuridad…
• María en Pentecostés (Hechos 1,14): la madre que acompaña a la Iglesia naciente. Que con ellos recibe el Espíritu Santo, que quita los miedos, da valor al corazón y lanza a la predicación del evangelio del Señor resucitado.
Que María, mujer creyente y modelo de discípula, nos ayude a renovar nuestra fe, nos permita acoger la vida y hacerla crecer en nosotros para la vida de nuestros hermanos; nos permita vencer los lazos que nos impiden ofrecer de verdad nuestra vida por la vida del mundo.
Eduardo Pérez-Cotapos sscc