Nuestro hermano Sergio Silva sscc nos ofrece esta reflexión desde su experiencia personal y a luz de lo dicho por la Iglesia, en el Catecismo, en el Concilio Vaticano II, entre otras instancias, ver documento completo
1. Algo de mi experiencia personal
Parto contando un poco mi experiencia personal, no sólo porque a los viejos nos gusta recordar el pasado, sino sobre todo -creo- porque me ayuda a comprender lo que ha pasado con la Biblia en la iglesia.
En mi infancia, la Biblia ocupaba muy poco lugar en la vida cristiana del laicado. En las misas se leía una “epístola” (un pasaje de las cartas del Nuevo Testamento) y un evangelio. Pero se leía en latín. Y luego el sacerdote predicaba sobre lo que quería. Recuerdo un caso que causó mucha molestia en mi familia, cuando yo tenía 7 u 8 años. Un domingo, el sacerdote predicó acerca de los nombres con que los progenitores pedían que fueran bautizados sus hijos. Y despotricó contra los que les querían poner “nombres de perros, como Sonia”. La molestia fue porque la hija de unos vecinos que eran amigos de mis padres se llamaba precisamente Sonia.
La fe se vivía sin la Biblia. Se la alimentaba con el catecismo, que todos teníamos que aprender de memoria -así, se suponía que quedaba grabado para siempre en el fiel- antes de hacer la Primera comunión; incluso se tomaba examen, igual que en los cursos del colegio. Además de esta memorización de frases incomprensibles para un niño de 7 años, el gran alimento eran las devociones, sobre todo a María y a diversos santos y santas. Cada creyente era libre de elegir sus devociones. Los sacerdotes, los religiosos y religiosas hacían propaganda a las suyas. En mi familia, casi la única devoción era el mes de María, rezado en casa.
En mis últimos años de colegio, en la primera mitad de los años 50 del siglo pasado, me tocó un poco de lectura de la Biblia en las clases de religión y en los encuentros de comunidades pequeñas que empezaron a promoverse. Empezaban a llegar a los fieles los primeros resultados de los esfuerzos desplegados por algunos pioneros desde el último cuarto del siglo XIX. Pioneros que sufrieron maltrato, incluso persecución, por parte de autoridades eclesiásticas, como suele suceder a los que proponen cambios. ¡Ya le sucedió a Jesús!
2. ¿Por qué el catecismo y las devociones habían suplantado a la Biblia?
Dar una respuesta fundada a esta pregunta exigiría varios volúmenes. Corro el riesgo de simplificar una historia muy compleja.
a) En Roma, después de los dos primeros siglos de la era cristiana, en los que la lengua de la gente era el griego, se produjo un movimiento de recuperación de los valores propios, la lengua y la cultura latinas. En los ambientes cristianos, hubo que traducir al latín tanto el Antiguo Testamento, traducido al griego unos dos siglos antes de Cristo, como el Nuevo Testamento, escrito íntegramente en griego. Pero desde fines del siglo IV empezó a producirse en el occidente latino un cataclismo cultural y religioso de incontrolable magnitud: diversas tribus germánicas migraron desde el este y empezaron a conquistar lo que quedaba del debilitado imperio romano. Tras varios siglos de luchas armadas, de mestizaje y de “conversiones” masivas al cristianismo -se convertía un rey germánico y con él debía bautizarse todo su pueblo- surgió la Europa feudal cristiana de la edad media, compuesta de muchos pequeños reinos, principados, ducados, etc. A fines del siglo VIII Carlomagno, luego de muchas guerras, logró reconstruir una cierta unidad, que se conoce como el “Sacro Imperio romano-germánico” y se coronó el año 800 como su primer emperador.
En el mestizaje de los pueblos germánicos con los habitantes del imperio romano en Europa fueron surgiendo las diversas lenguas modernas de occidente y las culturas de los pueblos europeos. Pero la iglesia cristiana no supo adaptarse plenamente ni a las lenguas ni a las nuevas culturas emergentes. Se quedó encerrada en las formas culturales, en los ritos y la lengua del siglo V. La liturgia se siguió celebrando en latín, la teología se siguió pensando y enseñando también en latín, por lo que el clero debía aprenderlo. Como la Biblia no se tradujo a las lenguas que iban naciendo en los feudos, quedó sólo en manos del clero, que transmitía al laicado “ignorante” lo que le parecía adecuado o útil. Podemos decir que el clero “secuestró” la Biblia.
b) Un segundo paso en este secuestro tuvo como motivo la reforma protestante de la 1ª mitad del siglo XVI. Una de las principales reivindicaciones de Lutero y los demás reformadores fue devolver la Biblia al pueblo creyente. Para ello había que traducirla a las diversas lenguas de la gente de los diversos pueblos europeos. Fue una de las tareas que realizó Lutero, haciendo la primera traducción al alemán. Las autoridades eclesiásticas católicas, en vez de reconocer lo bien fundado de esta reivindicación, se situaron polémicamente en la vereda opuesta y defendieron lo establecido, acentuando el “secuestro” de la Biblia. Al inicio, se prohibieron las traducciones a las lenguas habladas por los fieles en sus países (las lenguas “vernáculas”); siglos más tarde se autorizaron, pero se prohibió su lectura al laicado, a menos que la autoridad eclesiástica se lo permitiera a alguna persona que pidiera permiso para leerla y diera razones convincentes. Podemos concluir que este segundo paso en el “secuestro” de la Biblia fue obra de la jerarquía eclesiástica.
c) Un tercer paso fue motivado por la aplicación a los escritos bíblicos de los métodos de la ciencia histórica que se estaba desarrollando desde los siglos XVII y XVIII. Estos métodos echaron por tierra la lectura fundamentalista de la Biblia, que consiste en creer que todo lo que se dice en ella es verdad revelada por Dios; por ejemplo, que Dios hizo la creación del universo en 7 días de 24 horas, como se lee en el primer capítulo del Génesis. La crítica histórica muestra que hay que leer cualquier texto de acuerdo a su “género literario”, que depende de la cultura de la época en que fue escrito. Así, lo que leído hoy puede parecer a nuestros ojos que es historia en el sentido actual, leído en el contexto de la época en que fue escrito puede resultar algo muy diferente. Este modo histórico-crítico de leer la Biblia empezó a derribar muchas construcciones teológicas basadas en una lectura ingenua y fundamentalista, que -en el fondo- lee los textos como si yo, el lector, los hubiera escrito.
Esto provocó en sectores influyentes de la jerarquía católica un nuevo motivo para seguir encerrados de manera polémica y defensiva en la teología de los siglos medievales, en el catecismo y las devociones que se enseñaban al pueblo, cerrándose a este nuevo modo de entender la Biblia. El resultado de este tercer momento fue doble. Por un lado, se fortaleció el papel de la jerarquía en la custodia de la Biblia, por otro, surgió una nueva forma de “secuestro”, esta vez en manos de los científicos que aplicaban el método histórico-crítico, que sintieron que tenían la verdadera manera de leer y comprender la Biblia y despreciaban cualquier otra forma porque la consideraban no científica.