Asambleas latinoamericanas de Hermanos y Hermanas SS.CC. analizan desafíos comunes ante la disminución vocacional y envejecimiento de la vida religiosa

La sinodalidad a la que nos llama la Iglesia no solo es un desafío de carácter eclesial y pastoral, sino que una gran oportunidad para enfrentar el futuro Sagrados Corazones y su misión porque la tendencia vocacional indica que seremos una congregación cada vez más pequeña.

Así podemos concluir luego de las presentaciones de los superiores generales realizadas en diálogo con los integrantes de la Conferencia Interprovincial de América Latina – CIAL que tiene lugar en la Casa de Oración SS.CC. en Conocoto,  que es una de las 33 parroquias rurales del Distrito Metropolitano de Quito – Ecuador, del lunes 13 al sábado 18 de noviembre de 2023.

En esta asamblea participan por nuestra provincia de Chile-Argentina, el superior Sandro Mancilla y el delegado ante la CIAL, Alex Vigueras. También fue invitado para participar en la primera parte del encuentro, Magín Vega, en cuanto ecónomo provincial, quien junto a sus similares del continente, se reunieron para tratar asuntos económicos y financieros.

Esta asamblea CIAL es la primera que se efectúa en forma presencial después de pandemia. La última se realizó hace tres años y en el entretanto sólo se realizaron reuniones del comité ejecutivo (provinciales) vía telemática, según explicó René Cabezón, el coordinador actual.

Explicó también que entre los objetivos concretos de esta jornada se hayan los temas de formación inicial y permanente, asuntos económicos, renovación de cargos internos, y la modificación de estatutos para adecuarlos a los nuevos tiempos de la Iglesia y la sociedad. «En esto buscamos aprovechar los avances tecnológicos que nos pueden evitar gastos en decisiones que hoy requieren presencialidad», acotó el coordinador.

La asamblea se inició el lunes pasado con una misa de apertura y siguieron diversas presentaciones de las realidades de las provincias de América Latina y de los temas relevantes indicados por el coordinador.

En paralelo, y en la misma casa, se realiza la Tercera Asamblea de la Zona América Latina de la rama de las Hermanas SS.CC, la cual evalúa el Plan Apostólico de la Zona (PAZ) y busca proponer nuevas formas de responder a las prioridades de la Congregación.

Estas dos asambleas, CIAL de los hermanos y de Zona de las hermanas, tienen espacios de reflexiones comunes. Uno de estos fue el diálogo sostenido con los superiores generales, Alberto Toutin y Patricia Villarroel sobre la realidad actual de la Congregación y su proyección a corto y mediano plazo, especialmente en la dura realidad de falta de vocaciones.

DESAFÍOS VISTO POR LAS HERMANAS

La superiora de las Hermanas, Patricia Villarroel, afirmó que «estamos disminuyendo el número en forma importante» pues son 375 el total de religiosas SS.CC. existentes hoy en el mundo. Y mientras «hay países en que desapareceremos (también) hay otros que no están en condiciones de recibir nuevas vocaciones», aunque se percibe en Asia y África, «algunos movimientos vocacionales pero que no son muy estables por la entrada y salida de religiosas».

Las hermanas están presentes en 21 países pero en muchas partes hay «presencias» de solo dos religiosas que no alcanzan a constituir una comunidad, señaló.

Patricia Villarroel (en la foto izq.) se mostró más confiada en el Espíritu que en hacer proyecciones de futuro. Por ello, debemos «centrarnos en el presente y no en la nostalgia del pasado glorioso. Hoy con todas sus dificultades es donde está actuando el Espíritu y donde nos toca vivir, evangelizar y acompañar».

Mirando internamente la Congregación, la superiora manifestó que entre sus preocupaciones más importantes está la fraternidad porque ella forma parte de la misión y reflexionó sobre cómo esta se da con sus altos y bajos que afectan la vida religiosa y la fe en definitiva. «El problema de la fraternidad es un problema de fe y en consecuencia hay que trabajarla para dar testimonio», indicó.

«Somos una congregación pequeña que hace pequeñas cosas pero que colabora con la construcción del reino», señaló como visión de futuro. Por ello hay que trabajar la esperanza, no de modo sicológico sino como parte del Espíritu en nuestra vida porque sin esperanza no tendremos proyección como congregación», concluyó.

DESAFÍOS VISTO POR LOS HERMANOS

Por su parte, el superior general de los hermanos, Alberto Toutin (foto der.) también entregó datos que hablan de la disminución de vocaciones religiosas. Señaló que actualmente son 577 los religiosos en el mundo, y hace 23 años el número era casi el doble: 1.040. Hoy solo las provincias de América Latina tienen 145 religiosos y proyectado a 10 años, según indicó, la tendencia señala que habrá 25 hermanos menos, alcanzando, en 2033, a solo 316 religiosos a nivel mundial.

Con esta realidad, el superior consideró que el envejecimiento es un desafío que se debe atender. Dijo que «cualquier hermano o hermana que acompaña a otro/a en su vejez, es bendecido/a por ese hecho».

Añadió que no solo el envejecimiento de hermanos es un problema. También el que haya escasa renovación de las vocaciones, pues hoy son solo 110 los hermanos en formación. «El ingreso es menor que la salida o fallecimientos» apuntó.

Esto hace plantarse, dijo, «a qué vida religiosa instamos y estamos formando. ¿Estamos con los pies bien puestos en la tierra y con la mirada puesta en el futuro?», preguntó. Y a modo de autocrítica afirmó que «no hemos logrado generar vínculos fuertes para evitar que se deje la vida religiosa».

Y además, «debemos preguntarnos cómo es leída la vida religiosa por los jóvenes. Ellos no ven (a la congregación) como un espacio para proyectar sus vidas. Ven otras cosas pero no ven eso». Por ello es clave cómo se transmite al exterior la vida religiosa, jugando en ello un papel clave la utilización del lenguaje.

Toutin, llamó a realizar un «discernimiento mayor», para ver «qué es lo que queremos y qué podemos hacer en los próximos años como congregación». Esta reflexión «no podemos seguir postergándola más porque en la práctica seguimos funcionando como si fuéramos más numerosos y más jóvenes». Luego llamó a que en este «discernimiento mayor debemos preguntarnos con responsabilidad eclesial dónde queremos poner nuestras fuerzas en los próximos años».

Igual que Patricia Villarroel, Alberto hizo hincapié en la sinodalidad a la que nos llama la Iglesia. Mientras la superiora indicó que este «es un desafío de iglesia que debemos tomar muy en serio. Trabajar con laicos (y laicas) y eso significa trabajar, reflexionar muy a fondo. Cuando decimos que ‘todo lo hacen los laicos y ahora no tengo nada que hacer’ es porque debemos reflexionar a fondo y ver qué significa trabajar con laicas y laicos. Hay que aprender a compartir el trabajo pero siempre buscando nuestro lugar propio como religiosa», indicó.

Entre tanto, Alberto Toutin conectó esta sinodalidad con el discernimiento mayor al que llamó. «Hay personas que esperaban respuestas ya hechas del sínodo» recientemente concluido en su primera sesión en Roma, y explicó que en realidad el sínodo es una invitación a ese «gran discernimiento que necesitamos hacer».

Luego de reflexionar sobre el servicio de la autoridad al interior de la congregación y las interdependencias que se generan, indicó que «necesitamos redefinir prioridades apostólicas, y qué es lo que vamos a hacer en los próximos años porque no podemos hacerlo todo».

Foto: eucaristía inicial de las asambleas en Quito, presidida por el coordinador de CIAL, René Cabezón.

PRÓXIMO CAPÍTULO

De cara al próximo capítulo general de la congregación, Alberto acentuó tres elementos del tema central referido a la misión.

Explicó que hay conectar la misión con la raíz espiritual (yo soy en sí una misión); conectar a esta con la iglesia siendo útiles para colaborar con la obra de Dios. «La Congregación está llamada a compartir ese don que se manifiesta en nuestra pequeñez». Y «hoy más que nunca lo que podemos aportar a la iglesia es que somos una Congregación de hermanos y hermanas. Esto es un profecía para nosotros mismos,: reconocer que somos hermanos y hermanas».

Añadió que «vivir en iglesia es fundamental pues tenemos la buena costumbre de tratarnos por nuestros nombres y no por los títulos de ‘padre’, ‘madre’, ‘monseñor’, etc. Y esto es lo que hoy está anhelando la iglesia al reconocer la común dignidad de los y las bautizadas y por eso nos llamamos por nuestros nombres de bautismo».

Finalmente, también llamó a la fraternidad con el fin de hacerla «más robusta, sin miedo a interpelarnos porque nos conocemos más, hay afectos entre nosotros», concluyó.

Imágenes de las asambleas de A.L.

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