Esteban Gumucio y el «Adviento en el Espíritu», reflexión para 14 de diciembre

Sergio Silva sscc, nos comparte  su reflexión para hoy, haciéndonos un regalo, un texto inédito de nuestro Siervo de Dios, para es tiempo de hermosa espera del Niño Jesús.

Sergio Silva sscc Acerca del Adviento 8:

Las lecturas de hoy hablan de un cambio, de una transformación radical, de las personas y de la historia. Una transformación que Dios quiere realizar y que está decidido a hacerla realidad. En el texto de Isaías, el Señor le dice a Su pueblo que es un gusano, una lombriz: esa es su condición como pueblo desterrado en Babilonia, que ha perdido todo, la tierra, la monarquía, el templo; y, lo peor, ha perdido o está a punto de perder, la confianza en su Dios y, por lo tanto, ya no tiene esperanza. Pero, a través de la palabra del profeta, Dios lo reanima: “No temas, Yo vengo en tu ayuda”. Y le abre al pueblo desanimado un horizonte de esperanza, que expresa con hermosas imágenes de transformación de la naturaleza, que pasa de ser un desierto a convertirse en un vergel.

 En el evangelio, Jesús habla de una transformación muy radical de la historia de la salvación: hasta el Bautista se ha vivido el tiempo de la profecía, es decir, de la promesa de salvación que Dios ha hecho a Su pueblo; ahora se inicia el tiempo del cumplimiento de esa promesa, Dios empieza a reinar en la historia humana para bien de la humanidad. Pero Dios no reina imponiendo Su poder, sino ofreciendo Su amor por medio de Jesús de Nazaret, un amor que se abaja para ponerse a la altura del ser humano, para que este pueda acogerlo libremente, ya que sin libertad no puede haber respuesta de amor. Así, Dios corre el riesgo del rechazo, que Jesús ya está viviendo: “el Reino de los Cielos es combatido violentamente, y los violentos intentan arrebatarlo”. Estos violentos tendrán finalmente un triunfo aparente cuando logren eliminar a Jesús crucificándolo; pero, en la fe, sabemos que ese es precisamente el triunfo máximo de Dios, porque “nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13).

En estos días de Adviento nos preparamos para celebrar el comienzo de este Reinado definitivo del Dios que es Amor, que tiene lugar en la pobreza y la marginalidad de una pesebrera de animales, porque no hubo lugar para los padres de Jesús en el hotelito de Belén.

Nos puede ayudar en esta preparación un breve texto inédito del Tata Esteban, que él tituló: “Adviento en el Espíritu”:

Un día verán y oirán las piedras y desde su duro silencio aclamarán sorprendidas la presencia de Dios en todo. Un día, nos callaremos todos y el Espíritu dirá sin palabras el dulce nombre de Jesús. Lo dirá de esa manera suya inefable: haciendo nacer una vertiente de agua pura en cada corazón. Entonces, sí, comprenderemos la larga historia del mundo, gozosos exclamaremos: ¡Estaba ahí y acá, Él caminaba entre nosotros! Y todo lo sucedido era una cadena de eslabones secretos amarrados por el Espíritu, desde adentro, desde siempre hasta siempre. En la historia de esta tierra gloriosa y sufrida, crecerá el cuerpo nuevo de la familia humana. Solo los que limpiaban sus ojos por la fe, podían percibir el vislumbre de un mundo nuevo, sin dejar de trabajar con sudor y sangre la plenitud futura de todo lo creado. El Espíritu Santo del Señor ha venido iluminando y transformando todo aquello que nosotros estimábamos consagrado a la muerte y al desaparecimiento. En ese inmenso silencio aprendí a conocer al Espíritu Santo del Padre y de Jesús. Ahora trato de atender a los pequeños signos de su presencia en el cada día mío y de mis hermanos. Yo me propongo buscarlo, pero siempre es él quien sale al camino, sorprendente e inesperado. Si lo busco en la vertiente limpia, él me sale al encuentro en los cántaros quebrados que alguien dejó abandonados entre las piedras, por inútiles, en calidad de basura… Si lo busco en las páginas ilustres de algún sabio escritor, a lo mejor, él me viene a hablar más elocuentemente en el niño que perdió su volantín “cortado” y viene a buscarlo por los techos de mi casa, y llora, y me necesita para que le afirme la escalera. A lo mejor, yo lo quise encontrar en la oración fervorosamente preparada y él se vino a dialogar conmigo entre los cabeceos de padrenuestros y avemarías de mi rosario viejo… Es que el viento sopla a donde quiere.

Ven, Espíritu Santo: que tu soplo ligero me devuelva hoy a los brazos de mi Padre, por Jesús, con él y en él.

Jueves 14 de diciembre: Lectura del libro de Isaías 41,13-20

Yo, el Señor, soy tu Dios, el que te sostengo de la mano derecha y te digo: “No temas, Yo vengo en tu ayuda”.

Tú eres un gusano, Jacob, eres una lombriz, Israel, pero no temas, yo vengo en tu ayuda -oráculo del Señor- y tu redentor es el Santo de Israel. Yo te convertiré en una trilladora, afilada, nueva, de doble filo: trillarás las montañas y las pulverizarás, y dejarás las colinas como rastrojo. Las aventarás y el viento se las llevará, y las dispersará la tormenta; y tú te alegrarás en el Señor, te gloriarás en el Santo de Israel.

Los pobres y los indigentes buscan agua en vano, su lengua está reseca por la sed.

Pero Yo, el Señor, les responderé, Yo, el Dios de Israel, no los abandonaré. Haré brotar ríos en las cumbres desiertas y manantiales en medio de los valles; convertiré el desierto en estanques, la tierra árida en vertientes de agua. Pondré en el desierto cedros, acacias, mirtos y olivos silvestres; plantaré en la estepa cipreses, junto con olmos y pinos, para que ellos vean y reconozcan, para que reflexionen y comprendan de una vez que la mano del Señor ha hecho esto, que el Santo de Israel lo ha creado.

 

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 11,11-15

Jesús dijo a la multitud:

Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él.

Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos es combatido violentamente, y los violentos intentan arrebatarlo. Porque todos los Profetas, lo mismo que la Ley, han profetizado hasta Juan. Y si ustedes quieren creerme, él es aquel Elías que debe volver.

¡El que tenga oídos, que oiga!

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