Sergio Silva sscc: «Creo que Jesús está cerca de nosotros en tres sentidos»

Nuestro hermano nos comparte su reflexión basada en las lecturas del pasado domingo 17 de diciembre, tercero de Adviento.

 

El domingo 17 celebramos el tercer domingo de Adviento. Las lecturas de la eucaristía, sobre todo las dos primeras, eran una contundente invitación a la alegría. Uno se pregunta: ¿en qué se puede basar esa invitación, si nuestra vida personal tiene tantos sufrimientos y el mundo está lleno de conflictos, guerras e injusticias?

Aunque el texto de la carta a los filipenses no era parte de esas lecturas, creo que da una clave para responder a esta pregunta: “Estén siempre alegres en el Señor; se lo repito, estén alegres. Y que todos conozcan la clemencia de ustedes. El Señor está cerca” (Filipenses 4,4-5). La alegría no es de cualquier tipo, sino “en el Señor”; y la razón es que “el Señor está cerca”.

“Estar cerca” puede tener varios sentidos distintos. Uno es temporal: estar cerca en el tiempo. Por ejemplo, hoy está ya cerca la fiesta de Navidad. Los primeros cristianos entendieron que la Segunda venida de Jesús (su “Parusía”) estaba cerca en este sentido temporal; y se empezaron a desilusionar, porque se iba muriendo toda la primera generación y no venía el Señor (ver, por ejemplo, en la 2ª carta de Pedro 3,3-10).

Un segundo sentido es espacial: por ejemplo, mi casa está cerca de la estación Monseñor Eyzaguirre de la línea 3 del metro.

Pero hay un tercer sentido, humano o interpersonal. Solemos decir de alguien que es una persona muy “cercana”; queremos decir con esto que se trata de una persona que es acogedora, cálida, que está siempre atenta a lo que me pasa, una persona que me comprende, que acude cuando le pido algo, que incluso a veces se adelanta a mi petición porque percibe mis necesidades.

Creo que Jesús está cerca de cada uno de nosotros en estos tres sentidos.
Está cerca espacialmente, porque está en mí, no solo en mi espíritu o corazón, sino en todo mi ser corporal y espiritual. La razón es porque somos creaturas y no tenemos en nosotros mismos la fuente de la existencia, sino que la estamos recibiendo en cada instante del que es la fuente de la vida, el único que tiene la vida en sí mismo, que es Dios y su hijo Jesús. Usando una imagen, podemos decir que el Señor está en todo mi ser tejiendo mi existencia incansablemente, desde el momento de mi concepción.

Está cerca temporalmente, porque nos visita de vez en cuando para darnos ánimo, para corregir nuestro camino errado, para hacernos sentir su amor. Lo hace de distintas maneras. Por ejemplo, mediante el amor desinteresado de las personas con quienes convivimos día a día. Juan en su 1ª carta nos da una clave fundamental: Dios es amor. Por lo tanto, donde hay amor, ahí está Dios: “en cada grano de amor está Dios como señal” dice la letra de la canción del Samaritano; y muchas veces cantamos: “donde hay amor y caridad, donde hay amor, Dios ahí está”. Cada vez que recibo o doy amor, aunque sea un grano pequeñito, Dios me visita a mí en la persona que me da amor, o visita a la persona a la que doy ese grano de amor. Otra manera de visitarnos es en momentos especiales en que nuestra oración, nuestro encuentro personal con Él, se hacen intensos, luminosos.
Sobre todo, está cerca de manera interpersonal. Si hay alguien a quien podemos calificar de “persona cercana”, es Él. “Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, que yo los aliviaré” (Mt 11,28). Esa palabra de Jesús la vemos ratificada en tantos relatos de los evangelios en que sana, perdona, acoge a los marginados de su tiempo (mujeres, pecadores, niños, extranjeros). Y quizá todos la hemos podido verificar en carne propia, en experiencias en que hemos vivido y sentido profundamente su cercanía personal.

El Adviento, que ya ha entrado en su última semana, es un tiempo especial para encontrar al Señor que está cerca, porque se ha acercado de manera definitiva al hacerse uno de nosotros en Jesús de Nazaret que nace.

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