Diácono Rubén Salinas: “El Señor me llama a servir y servir con amor”

Con ocasión del Día del Diácono, compartimos el testimonio y servicio de este agente pastoral de la parroquia San Pedro y San Pablo. En su relato, queremos reconocer la labor de todos los diáconos que acompañan a las comunidades donde la Congregación Sagrados Corazones Provincia Chile – Argentina tiene presencia.                            

El próximo 10 de agosto se celebra el Día del Diaconado Permanente, en honor a San Lorenzo, su patrono. En esta fecha especial, reconocemos el servicio de los diáconos permanentes, quienes, por lo general, son hombres casados que colaboran con el Obispo en la pastoral y evangelización de la Iglesia. Entre ellos se encuentra Rubén Salinas Guerrero, diácono de la parroquia San Pedro y San Pablo, quien lleva casi cinco años sirviendo con dedicación y amor en su comunidad.

Rubén, de 56 años, casado desde hace casi tres décadas con Verónica Jauregui y padre de tres hijos, encontró en el diaconado una vocación que ha transformado su vida personal y espiritual. “Ser diácono para mí ha sido muy lindo y satisfactorio”, afirma. “Es sentirse llamado por el Señor a ser testimonio de fe y de amor”.

¿Qué significa ser diácono para Rubén Salinas?

Para Rubén, ser diácono es mucho más que un rol dentro de la iglesia; es una forma de vida profundamente enraizada en el servicio y la entrega a los demás. Su función como diácono lo ha llevado a ser un puente esencial entre los sacerdotes y sus comunidades, participando activamente en la liturgia, asistiendo en la celebración de la Eucaristía y proclamando el Evangelio. Pero, para Rubén, la verdadera esencia de su vocación se encuentra en el acompañamiento pastoral: estar presente en los momentos más duros de las vidas de los demás, como en la pérdida de un ser querido, y ofrecer consuelo y esperanza. “El Señor me ha dado la oportunidad de servir, de ser instrumento en sus manos, y eso ha cambiado mi vida y mi perspectiva”, reflexiona Rubén, quien considera su ministerio una bendición que lo ha hecho crecer espiritualmente.

La importancia de la familia en el ministerio diaconal

Rubén reconoce el rol fundamental que su familia ha jugado en su ministerio. “Un diácono sin su esposa, sin su familia, es difícil. Se hace más complicado”, confiesa, subrayando cómo su esposa, Verónica, ha sido su “cable a tierra”. La familia no solo es un apoyo, sino que también participa en su vida espiritual y comunitaria. “Es bonito cuando dicen: ‘Papá, estoy orgulloso de ti porque tú haces esto como diácono’”, comenta, destacando la relevancia de la unidad familiar en su servicio.

Momentos memorables y desafíos superados

A lo largo de su camino como diácono, Rubén ha vivido momentos profundamente significativos, como acompañar a una amiga en la pérdida de su hija, una experiencia que le permitió acompañar en el nombre de Dios. Asimismo, enfrentó desafíos tanto familiares como espirituales, pero siempre con la convicción de que el Señor lo llama a servir.

El llamado al diaconado y la influencia de la espiritualidad de los Sagrados Corazones

Rubén anima a aquellos que sienten el llamado al diaconado a confiar en el Señor y en su plan. “El Señor te llama y te abre las puertas. Pero hay que tener mucha fe”, señala. Además, destaca la influencia de la espiritualidad de los Sagrados Corazones en su vida y ministerio, resaltando el ejemplo de amor y servicio que la congregación representa. “Los Sagrados Corazones proporcionan un marco espiritual profundo, que fortalece y guía a quienes están llamados al servicio diaconal”, afirma.

Finalmente, Rubén ofrece un mensaje de esperanza y fe para aquellos que están en proceso de discernimiento del diaconado: “Fijen los ojos en Jesús, porque Él mueve y hace que todo fluya de acuerdo a su voluntad”, finaliza.

Gracias a todos los diáconos que sirven en las comunidades de los Sagrados Corazones. ¡Feliz Día!

    

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