Desde Roma, donde se celebran los capítulos generales de las hermanas y hermanos de la Congregación de los Sagrados Corazones, se nos comparten informaciones y experiencias profundamente espirituales. Es imposible no sentir el eco de lo que allí se vive, donde cada gesto, cada palabra, está cargada de significado. Este contenido viene de los relatos e imágenes que nos comparten la hermana Carmen Gloria Mancilla y el hermano Alex Vigueras, ambos delegados de las comunidades nuestras en estas jornadas de discernimiento, y donde lo sagrado y lo cotidiano se entrelazan con naturalidad.
Nos cuentan un gesto sencillo pero poderoso: en una de las eucaristía de la mañana, al entrar en la iglesia, se marcaba a cada participante con un punto en la frente, como un signo de contacto con Dios y de dignidad humana. “Nos recordaron que somos hijos e hijas de Dios”, relatan. Ese pequeño acto, aunque discreto, parece resonar con fuerza en quienes lo vivieron, como una llave que abre el corazón a lo profundo. Detrás, una hermana de India danzaba con belleza y sentido, guiando a la asamblea hacia la celebración litúrgica.
No faltaron elementos que, aunque distantes de nuestras costumbres, enriquecen el sentido de lo sagrado. Nos hablan del incienso, no en el formato habitual de nuestras iglesias, sino en pequeñas barritas que, con su humo suave, envolvían el ambiente. “Fue una experiencia diferente, pero no por ello menos significativa”, dándonos una imagen de la liturgia viva y plural que se experimenta en estos capítulos.
Las sesiones, lejos de ser solo reuniones formales, han sido espacios de encuentro entre personas. Los participantes compartieron aspectos de sus vidas: conversiones en tierras donde el catolicismo es minoritario, experiencias familiares, enfermedades, desafíos. Es decir, “pudimos conocernos más allá de las barreras del idioma, dejando que nuestras historias hablaran por sí mismas”. Estas dinámicas, donde lo personal se pone al servicio de la comunidad, parecen haber sido clave para establecer una conexión más allá de lo superficial.
Lo que más resuena en los relatos es el uso de la “conversación espiritual”, una metodología que fomenta la escucha profunda. A través de preguntas que invitan a la reflexión: cuáles son mis expectativas, mis sueños, mis miedos… se fue tejiendo una red de experiencias que permiten descubrir algo más grande que las palabras individuales: la voz de Dios en medio de la comunidad. “Lo más importante no es lo que cada uno dice, sino lo que juntos podemos escuchar de Dios en medio de nuestras reflexiones”, nos comparten, dando cuenta de la profundidad de este proceso.
Ya han tenido lugar temas más prácticos como la elección del Comité Director del Capítulo, compuesto por Stephen Banjare, Pankras Olak, Hervé Zamor (facilitador), Alberto Toutin, Enrique Ramírez y Camille Sapu (ver foto abajo).
Pero, también hay espacio para un retiro espiritual, en una cargada de discernimiento y oración. «Nos estamos preparando para entrar más profundamente en el espíritu de estos días”.
Uno de los momentos más conmovedores que se nos ha relatado fue la adoración centrada en los inmigrantes. Historias de migrantes desde India y México, entre otros lugares, hicieron presentes en la sala los dolores de tantos que buscan un futuro mejor. “Se nos pidió recordar a los migrantes en nuestras oraciones, conscientes de su sufrimiento”. La reflexión fue acompañada de un mantra que, nos cuentan, se utiliza en Hawái como una oración cantada y de reconciliación: “Lo siento, perdóname, gracias y te amo”, palabras que también son danzadas con el cuerpo como un símbolo de sanación.
“Nos sentimos tomados de la mano de Jesús, sin miedo, caminando junto a Él en este proceso”, nos relatan nuestros hermanos desde Roma. Esta sensación de caminar juntos, con confianza, parece ser la tónica que marca cada uno de los días de los capítulos.
Y aunque no tenemos una visión presencial, el relato de quienes sí lo tienen nos deja entrever la riqueza espiritual y humana de lo que se vive en estos encuentros.
La lluvia torrencial que caía sobre Roma en el inicio de las reuniones no solo fue un telón de fondo, sino un símbolo de las abundantes gracias que, según los participantes, Dios está derramando en medio de ellos. “Fue un día contemplativo, acompañado de una lluvia que parecía el fin del mundo”, una mezcla de humor y devoción.
Lejos de ser un encuentro meramente administrativo, lo que se vive en Roma parece ser una peregrinación espiritual, una búsqueda compartida de la voluntad de Dios para estos tiempos. Y en cada relato que nos llega desde allá, en cada historia, se percibe ese llamado a mirar más allá de nosotros mismos, a descubrir la voz de Dios en los márgenes, en los sufrimientos, en los silencios.
Desde aquí, solo podemos escuchar con atención y dejarnos inspirar por lo que nuestros hermanos y hermanas nos comparten, conscientes de que en cada palabra hay un eco de lo sagrado, un susurro del Espíritu que también nos llama, aunque desde la distancia, a caminar juntos.
(Aníbal Pastor con información de Carmen Gloria Mancilla sscc y Alex Vigueras sscc).