En Lima falleció el padre Gustavo Gutiérrez a los 96 años.
En Lima, Perú, a los 96 años falleció el sacerdote dominico Gustavo Gutiérrez Merino, uno de los teólogos más influyentes de América Latina. Es considerado el padre de la Teología de la Liberación, y dejó una huella profunda en la Iglesia Católica y en la vida de los más pobres y oprimidos. También en muchos religiosos que vieron fundamentado su compromiso por los más vulnerables.
Gutiérrez, nacido en Lima en 1928, fue un pensador y pastor profundamente comprometido con los más marginados de la sociedad. Desde su juventud, promovió una reflexión teológica basada en la realidad de los pobres, siempre con una praxis transformadora. Su obra más emblemática, «Teología de la Liberación: Perspectivas» (1971), revolucionó la teología tradicional al proponer una fe comprometida con la justicia social, encarnando los grandes cambios que generó el Concilio Vaticano II y la Conferencia General de Medellín.
En su formación ministerial -en los años 50 del siglo pasado- estudió y vivió en Santiago, siendo destacado alumno y encargado de Biblioteca en el Seminario Pontificio de Santiago. Después en la década del 70 vivió un breve período con nuestros hermanos Ronaldo Muñoz y Pablo Fontaine en el territorio de la Parroquia San Pedro y San Pablo de la Zona Sur de Santiago, atendida pastoralmente por nuestra Congregación.
Aunque el teólogo enfrentó críticas, especialmente durante el papado de Juan Pablo II, el padre Gutiérrez nunca fue sancionado. Su cercanía al papa Francisco marcó una reivindicación de su labor en favor de los más vulnerables y el Papa lo destacó cuando Gutiérrez cumplió 90 años.
Sus propuestas teógicas son la base de una iglesia sinodal y su fallecimiento ocurre coincidentemente, en estos días, cuando en Roma concluye la segunda asamblea del Sínodo de la Sinodalidad. En su vida académica, fue reconocido con más de 30 doctorados honoris causa y premios internacionales, incluyendo el Príncipe de Asturias en 2003.
Gutiérrez siempre sostuvo que «la pobreza no es un signo de virtud, sino de injusticia». Su legado sigue vivo en comunidades de base y movimientos sociales que luchan por un mundo más justo, recordando que la opción por los pobres es una obligación moral y evangélica.
Hace tres años, el 3 de noviembre de 2021, cuando se celebraron los 50 años de la primera edición de su libro «Teología de la Liberación», entregó un mensaje muy simbólico que es el siguiente:
/ APN