En este Mes de María, queremos recordar las advocaciones marianas en Latinoamérica, especialmente aquellas que, a través de los procesos migratorios, han llegado a Chile, enriqueciendo la fe y la cultura local. La Virgen es símbolo de esperanza y consuelo para los más humildes, quienes, en sus manifestaciones, encuentran fuerza para sus luchas diarias.
Noviembre es un mes especial para nuestro país, ya que celebramos el “Mes de María”. En esta ocasión, queremos poner en valor la fe en María en toda Latinoamérica, especialmente para los devotos de la Virgen. Este período, conocido como el Mes de María, es una oportunidad para recordar y celebrar las múltiples advocaciones de la Virgen en la región, resaltando aquellas que han llegado a Chile influenciadas por los procesos migratorios, los cuales integran y revitalizan la devoción mariana.
La devoción a María en América Latina tiene profundas raíces que van más allá de la tradición religiosa, alcanzando aspectos históricos y teológicos que reflejan un amor especial de la Virgen por los humildes y marginados. Inspirados por la cita del documento de Aparecida: “la cercanía que nos hace amigos de los pobres” (Aparecida 398), vemos cómo, en su cotidianidad, los pobres confían sus luchas y sufrimientos a la Madre de Dios. En santuarios, ermitas y altares improvisados, la imagen de María es contemplada con una mirada cercana y familiar, siendo consuelo y esperanza para millones de personas.
Las advocaciones de la Virgen en la historia de América Latina
La presencia de María en América Latina se remonta a los primeros tiempos de la llegada de los españoles a la región. Esta devoción a mariana quedó evidenciada en la partida de Colón desde Palos en 1492, cuando invocaron: “Jesús con María sea nuestra salvación en el camino” y bautizaron una de las naves como “Santa María”. Este fervor inicial marcaría el inicio de una relación especial entre el continente y la Virgen María, consolidada a través de apariciones y manifestaciones en las que María adoptó rostros cercanos y mestizos, en sintonía con los pueblos originarios.
Uno de los ejemplos más emblemáticos es el de la Virgen de Guadalupe, quien en 1531 se apareció a Juan Diego en México. Con su tez mestiza y su cercanía al pueblo, la Virgen de Guadalupe es una de las advocaciones más queridas de Latinoamérica, irradiando su influencia a toda la región y consolidándose como símbolo de identidad y espiritualidad latinoamericana.
En Venezuela, la Virgen de Coromoto es otro ejemplo de la cercanía de María con los pueblos originarios. En 1651, María se apareció al cacique de la tribu coromoto y le dio un mensaje en su propio idioma, pidiéndole recibir el sacramento del bautismo. Desde entonces, esta advocación ha sido un pilar de fe para los venezolanos, quienes la reconocen como su patrona.
La Virgen del Carmen: Un pilar de fe en Chile
En Chile, la devoción a la Virgen del Carmen tiene una historia particular. En 1595, los padres agustinos introdujeron esta advocación en la ciudad de Concepción, y en 1648 se fundó la primera Cofradía del Carmen. Desde entonces, cada 16 de julio, las procesiones y celebraciones en honor a Nuestra Señora del Carmen reflejan el fervor popular y su papel como madre protectora de la nación chilena. La imagen más antigua de la Virgen del Carmen en Chile, que data de 1642, se encuentra en la Iglesia de San Agustín en Concepción, siendo un símbolo de identidad y fe.
La Virgen del Carmen de Diego de Almagro (Ver video de esta festividad)
Un ejemplo conmovedor de la devoción a la Virgen del Carmen se encuentra en la localidad de Diego de Almagro, en la Región de Atacama, donde cada 16 de julio se celebra una de las festividades marianas más tradicionales del norte del país. Esta celebración, organizada en torno a la parroquia Espíritu Santo, donde la Congregación de los Sagrados Corazones tiene una activa presencia, reúne a comunidades de bailes religiosos que rinden homenaje a la “Chinita del Carmen” a través de danzas, procesiones y plegarias. Durante cuatro días, esta fiesta llena de color y fervor la localidad, con más de 46 años de historia que consolidan esta manifestación de piedad popular como patrimonio cultural y religioso de la región.
Uno de los momentos más significativos de la festividad es la procesión de la imagen de la Virgen del Carmen desde su gruta hasta el centro del pueblo, donde la reciben tanto devotos locales como bailes invitados de otros rincones del norte de Chile. La comunidad expresa su fe a través de gestos de agradecimiento y plegarias, como las de Bárbara Juárez, quien, con una fe inquebrantable, le pide protección a la Virgen para su familia. Las procesiones culminan el 16 de julio con la misa solemne, presidida por miembros de la Congregación de los Sagrados Corazones, como el hermano Gabriel Horn SSCC, quien en su homilía destaca cómo esta festividad trae consuelo, alegría y unidad a todos los presentes.
María en el corazón de América Latina
La devoción mariana está tan entrelazada con la cultura latinoamericana que Puebla la describe como parte de la “identidad simbólica” de la región, un reflejo de la idiosincrasia y las raíces del continente. María, en sus múltiples advocaciones, es percibida como una madre cercana que acompaña al pueblo en sus momentos de sufrimiento, transmitiéndoles esperanza y fuerza con su mensaje de amor. Para los devotos latinoamericanos, María sigue repitiendo las palabras que se atribuyen a la Virgen de Guadalupe: “¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre?”
Durante el Mes de María, esta fe se hace más palpable, permitiendo un encuentro espiritual y cultural con las advocaciones que, a través de los siglos, han conformado la identidad religiosa de América Latina. La Virgen no solo vive en sus santuarios y capillas, sino en el corazón de un pueblo que, a través de ella, encuentra un refugio de amor y protección.