En el 188° aniversario de la pascua del Buen Padre, compartimos este artículo de la revista Nuestra Vida, que nos invita a profundizar en el legado de nuestros fundadores, el Buen Padre y la Buena Madre. Su testimonio de fe y amor reparador sigue inspirando nuestra misión hoy.
Buen Padre y la Buena Madre
«Experimentarás que cuando Dios habla al corazón, su voz es más dulce, más persuasiva, más consoladora que la voz de los hombres, no importa cuán fuerte lloren, ni siquiera cuán bien hablen», decía Henriette Aymer, la Buena Madre. Estas palabras (tomadas de ssccpicpus.com) reflejan la profundidad espiritual de una mujer que, junto con el Buen Padre, Pierre Coudrin, fundó la Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y María. Su legado, basado en una escucha atenta al corazón de Dios y en un amor reparador, sigue inspirando en tiempos de crisis y esperanza.
Por su parte, el Buen Padre recordaba: «Una oración del corazón es agradable a Dios en lugar de una oración de los labios. Dios presta atención, no a las palabras, sino al corazón del que ora. Todas las buenas obras de los justos son oraciones». Esta reflexión, también en ssccpicpus.com, ilustra su enfoque sobre la espiritualidad: un llamado a vivir desde la sinceridad y la profundidad interior, donde cada acción inspirada por el amor se convierte en una oración viviente.
En un tiempo como el nuestro, donde las heridas sociales y personales son profundas, el legado de la Buena Madre y el Buen Padre adquiere una vigencia particular. Sus enseñanzas sobre la importancia de escuchar a Dios en el corazón y responder con amor activo son un recordatorio poderoso de que la fe no se queda en las palabras, sino que se vive en los actos.
Un llamado en tiempos de adversidad
Ambos fundadores vivieron en la Francia en el siglo 18 en tiempos de revolución, época marcada por el caos, la persecución religiosa y la incertidumbre. En medio de este entorno hostil, tanto Henriette como Pierre encontraron en el llamado de Dios una misión que los transformó.
La Buena Madre, encarcelada injustamente en Poitiers, experimentó en su confinamiento la dulzura de la voz divina que consoló su corazón y la preparó para una vida de servicio y reconciliación. Este encuentro espiritual fue el fundamento de su compromiso con los más vulnerables, especialmente las mujeres marginadas y los pobres.
El Buen Padre, ordenado sacerdote en secreto, recorrió caminos peligrosos para llevar consuelo espiritual a los perseguidos. Su oración profunda y acción decidida le permitieron ver más allá de las adversidades inmediatas y responder con amor reparador a un mundo herido.
El carisma de los Sagrados Corazones
En 1800, ambos unieron sus visiones en la fundación de la Congregación de los Sagrados Corazones. Su espiritualidad, centrada en la adoración perpetua al Santísimo Sacramento y en la reparación de las heridas espirituales y sociales, se convirtió en una fuente de esperanza para muchos. La Buena Madre guio a las hermanas con ternura y firmeza, inculcándoles la importancia de una vida que reflejara el amor de Dios. El Buen Padre, con su carácter visionario, impulsó una misión universal que abarcara desde la formación espiritual hasta la acción misionera.
Ambos entendían que el amor verdadero no solo consuela, sino que transforma. Inspirados por los Sagrados Corazones de Jesús y María, alentaban a sus comunidades a vivir una fe encarnada, donde la oración del corazón se expresara en acciones concretas de justicia, servicio y reconciliación.
Camino de Santidad
En la actualidad, tanto Pierre Coudrin como Henriette Aymer de la Chevalerie tienen procesos de canonización en curso, aunque aún en etapas iniciales pues terminaron los procesos diocesanos y fueron declarados “Siervos de Dios”. Sus antecedentes fueron enviados al Dicasterio para la Causa de los Santos en el Vaticano, similar a la situación del padre Esteban Gumucio, siervo de Dios en Chile.
En todos estos casos, para avanzar en estos procesos, es fundamental la oración y la difusión de sus vidas y virtudes, así como la documentación de posibles milagros atribuidos a su intercesión.