El gobierno provincial, formado por el superior provincial asistido por su consejo, es la autoridad ordinaria de la provincia. Para la animación y organización de la provincia, el gobierno nombra hermanos en diversos servicios y comisiones.
El actual superior de la provincia chilena es el padre Sandro Mancilla Troncoso ss.cc., quien asumió en octubre del 2023 por un período de tres años, hasta el 2026. Nació el 9 de julio de 1970 en Santiago. Hizo sus estudios básicos y medios en esta ciudad. Luego en 1990 ingresó a la Congregación de los Sagrados Corazones, donde profesó sus votos perpetuos el 12 de abril de 1997 y se ordenó presbítero el 21 de noviembre de 1998.
Contemplar, vivir y anunciar al mundo el amor de Dios encarnado en Jesús
Así definen nuestras Constituciones la misión de la Congregación. Intentando una breve explicación, podríamos decir que se trata de:
Contemplar el amor de Dios a partir de una experiencia religiosa profunda, centrada en la amistad con Jesús. Por eso son tan importantes la celebración eucarística y la adoración contemplativa, donde buscamos participar de los sentimientos de Jesús ante el Padre y ante el mundo, en un proceso de conversión continua.
Vivir el amor de Dios, especialmente por una vida de fraternidad intensa, con sencillez y espíritu de familia, abiertos a todos los pueblos.
Anunciar el amor de Dios mediante la misión evangelizadora y reparadora, especialmente en medio de los marginados, los afligidos y los que no conocen el Evangelio, buscando transformar el corazón humano y construyendo un mundo más justo en solidaridad con los pobres.
Contemplativos, compañeros y compasivos
Esta formulación, similar pero más breve que la primera, ha surgido en los preparativos al 37º Capítulo General de los Hermanos (año 2006). El Señor nos llama a ser contemplativos, compañeros y compasivos. Se trata, ante todo, de contemplar a Jesús, su persona, su palabra, su presencia siempre actual. De acompañarnos mutuamente y de extender la fraternidad en los más diversos ámbitos. De traducir esa contemplación y fraternidad en compasión, que testimonia el amor de Dios especialmente a los más débiles y marginados.
Capítulo I Constituciones SS.CC.
1. En comunión de la Iglesia, Pueblo de Dios, la Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y de María y de la Adoración Perpetua del Santísimo Sacramento del Altar es una Congregación religiosa apostólica de derecho pontificio, fundada por Pierre Coudrin y Henriette Aymer de la Chevalerie. Hermanos y Hermanas, unidos en un mismo carisma y una misma misión, constituyen una sola Congregación aprobada como tal por el Papa Pío VII en 1817.
2. «La consagración a los Sagrados Corazones de Jesús y de María es el fundamento de nuestro Instituto.» (Buen Padre) De ahí deriva nuestra misión: contemplar, vivir y anunciar al mundo el Amor de Dios encarnado en Jesús. María ha sido asociada de una manera singular a este misterio de Dios hecho hombre y a su obra salvadora: es lo que se expresa en la unión del Corazón de Jesús y el Corazón de María.
Nuestra consagración nos llama a vivir el dinamismo del Amor salvador y nos llena de celo por nuestra misión.
3. «En Jesús encontramos todo; su nacimiento, su vida y su muerte: he ahí nuestra Regla» (Buen Padre)
Hacemos nuestras las actitudes, opciones y tareas que llevaron a Jesús al extremo de tener su corazón traspasado en la Cruz.
En nuestro seguimiento radical de Cristo, María su Madre, modelo de fe en el Amor, nos precede en el camino y nos acompaña para entrar plenamente en la misión de su Hijo.
4. Conscientes del poder del mal que se opone al Amor del Padre y desfigura su designio sobre el mundo, queremos identificarnos con la actitud y obra reparadora de Jesús.
Nuestra reparación es comunión con El, cuyo alimento es hacer la voluntad del Padre y cuya obra es reunir por su Sangre a los hijos de Dios dispersos.
Ella nos hace participar de la misión de Cristo Resucitado, que nos envía a anunciar la Buena Noticia de la salvación. Al mismo tiempo reconocemos nuestra condición de pecadores y nos sentimos solidarios con los hombres y mujeres víctimas del pecado del mundo, de la injusticia, del odio.
Finalmente, nuestra vocación reparadora nos estimula a colaborar con todos aquellos que animados por el Espíritu, trabajan por construir un mundo de justicia y de amor, signo del Reino.
5. En la Eucaristía entramos en comunión con la acción de gracias de Jesús Resucitado, Pan de Vida, presencia del Amor.
La celebración eucarística y la adoración contemplativa nos hacen participar en sus actitudes y sentimientos ante el Padre y ante el mundo. Nos impulsan a asumir un ministerio de intercesión y nos recuerdan la urgencia de trabajar en la transformación del mundo según los criterios evangélicos. Como nuestros Fundadores, encontramos en la Eucaristía la fuente y la cumbre de nuestra vida apostólica y comunitaria.
6. Nuestra misión nos urge a una actividad evangelizadora. Esta nos hace entrar en el dinamismo interior del Amor de Cristo por su Padre y por el mundo, especialmente por los pobres, los afligidos, los marginados y los que no conocen la Buena Noticia.
Para que el reinado de Dios se haga presente, buscamos la transformación del corazón humano y procuramos ser agentes de comunión en el mundo. En solidaridad con los pobres trabajamos por una sociedad justa y reconciliada.
La disponibilidad para las necesidades y urgencias de la Iglesia, discernidas a la luz del Espíritu, así como la capacidad de adaptación a las circunstancias y acontecimientos, son rasgos heredados de nuestros Fundadores.
El espíritu misionero nos hace libres y disponibles para ejercer nuestro servicio apostólico allá donde seamos enviados a llevar y acoger la Buena Noticia.
7. Vivimos nuestra vocación y misión en comunidad. La sencillez y el espíritu de familia son el sello de nuestras relaciones dentro de la Congregación internacional, que quiere estar abierta a todos los pueblos. Nuestra vida en común da testimonio del Evangelio y hace convincente nuestro anuncio del Amor Redentor.
8. Los Hermanos y Hermanas de nuestra familia religiosa constituyen una sola Congregación, y cada rama goza de personalidad jurídica autónoma, con legislación, estructuras de gobierno y de formación, vida comunitaria y patrimonio temporal propios.
Nuestra familia religiosa tiene desde su fundación un solo carisma, una sola misión, una sola espiritualidad. Hermanas y Hermanos asumen juntos la responsabilidad de mantener y afianzar la unidad, conscientes de que constituye un valor significativo.
Promover esta unidad compete de manera especial a los Gobiernos de ambas ramas en sus diferentes niveles
Los Gobiernos Generales de los Hermanos y de las Hermanas son conjuntamente, en última instancia, garantes de unidad de toda la Congregación.
9. Desde sus orígenes la Congregación tiene una rama secular; sus miembros se comprometen a vivir la misión y el espíritu de la Congregación; se rige por los Estatutos propios aprobados por la Santa Sede.
10. Además de las Constituciones y Estatutos, la Congregación tiene una «Regla de Vida», que expresa los valores fundamentales de nuestra tradición espiritual y es un elemento de comunión e instrumento de formación.
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